Funeral de Media Vida- Cuervo Fúnebre

 

Mientras la tenue luz del alba luchaba contra la ya marchita oscuridad de la madrugada, Dante se estremecía cada vez que un rayo de luz se filtraba por el rosetón de la catedral y le acariciaba la mejilla. Dante escogió esa catedral para vivir porque aunque ahora estaba abandonada, hace dos años todavía estaba funcional y fue donde contrajo nupcias con su amada, Pandora. La catedral fue abandonada tras una oleada de ataques de animales salvajes, animales nada comunes ni en esta zona… ni en este mundo. Al finalizar la boda, aquellos extraños animales asaltaron la catedral y se llevaron a Pandora, desde entonces Dante no ha parado de buscarla y decidió habitar la catedral porque fue el último lugar donde pudo verla y donde esperaba encontrar algo que le lleve a ella. Como cada mañana se levantó sintiendo ese pesar que dejó su ausencia, se dirigió al lago para darse un baño y así despejar su turbia mente. El agua del lago estaba helada y cristalina como siempre. Cuando Dante comenzó a entrar en al agua, tuvo una extraña sensación, percibió que el lago no estaba tan puro como siempre, percibió que había demasiada tranquilidad bajo sus aguas. Se sumergió en él y bajo las aguas del lago pudo ver una sombra pero el lago no tenía habitantes tan grandes, de repente esa sombra nadó a una velocidad de vértigo directa a por Dante, éste consiguió salir del lago antes de que le atrapara. Cuando se estaba vistiendo oyó un ruido en el lago, como si algo saliera de él. Al darse la vuelta vio a un ser de unos 2 metros de alto con su escuálido cuerpo escondido dentro de una capa negra, sólo pudo verle las manos o más bien las garras, tenía tres huesudos dedos acabados en afiladas garras y su piel era… roja. Dante se dio cuenta de que no era humano y que quizá tuviese que ver con lo sucedido dos años atrás, no perdió ni un instante en cavilaciones.

-¿Quién es? O más bien, ¿qué es? –preguntó con decisión.

-Soy un Hado, y vengo a ayudarle –contestó e extraño rematando con una diabólica sonrisa.

-¿Qué interés tiene en ayudarme cuando no nos conocemos? –preguntó Dante.

-Sígame si quiere volver a ver a Pandora –contestó el Hado.

Al oír que le brindaba la oportunidad de volver a ver a Pandora, no dudó un instante y comenzó a seguirle. El Hado le llevó a través de un bosque, después por un paso de montaña, un túnel de roca, bordearon una playa y finalmente el Hado se detuvo delante de una gran pirámide y le dijo que en su interior estaba Pandora pero que el camino no sería fácil. El Hado se desvaneció. Dante no le dio importancia y entró en el interior, no estaba seguro de si Pandora estaría dentro o sólo era una trampa pero tras tanto tiempo cada posible pista era una esperanza y al fin y al cabo, la esperanza de que ella estuviese viva era lo único que hacía que su vida tuviera sentido. Según avanzaba por el oscuro pasillo, las luces se iban encendiendo por arte de magia, eso inquietaba mucho a Dante que aunque no era un hombre cobarde, tampoco era el súmmum de la valentía. Siguió avanzando por el angosto pasillo hasta que llegó a una puerta en cuyo centro estaba grabado: “¿Cuánta tierra hay en un hoyo de un metro de largo por un metro de ancho y un metro de profundidad?”. Dante se quedó pensativo en si el acertijo sería la solución que abriría la puerta, con este pensamiento en la cabeza deambuló por el pasillo hasta que la solución le vino a la misma. Con su navaja grabó en la puerta de piedra la solución. La puerta se iluminó y se convirtió en polvo. Dante siguió andando por el pasillo y llegó hasta una sala redonda sin salida aparente. La sala estaba iluminada por una decena de antorchas, el suelo y las paredes estaban llenos de grandes arañazos. En la otra punta de la sala algo captó su atención, era un pañuelo de encaje, pero no era cualquier pañuelo ya que era el que el regaló a Pandora cuando se prometieron. El pañuelo estaba arañado y tenía sangre seca. Dante comenzó a angustiarse porque esa sangre podía ser de ella y de serlo, ya sería tarde. Dio vueltas por la sala buscando una manera de avanzar, debía de haberla. Miró hacia arriba y vio una especie de túnel. Escaló por la pared usando los surcos de los arañazos como apoyos y en unos pocos minutos consiguió llegar al túnel, entró a duras penas ya que era muy angosto y él corpulento.  Avanzó arrastrándose hasta llegar al final, desembocaba en otra sala, en esta ocasión triangular. La sala parecía un laboratorio con probetas y cacharros humeantes, sentado en una mesa había un hombre gordo vestido con una capa negra. Dante se acercó a él con la intención de preguntarle sobre Pandora. Cuando el orondo hombre se dio la vuelta, vio que era como el Hado pero con la piel verde y con más carnes que su huesudo guía.

-Oh joven Dante, por fin ha venido, llevamos mucho tiempo esperándole –dijo el Hado con su extraña y ridícula voz aguda.

-¿Cómo sabe mi nombre? ¿Quién es? ¿Sabe algo sobre Pandora? –Dante tenía demasiadas preguntas y muy poco tiempo.

-Soy Hastío y quién le trajo hasta este lugar fue Tedio. Nosotros sabemos todo lo que ha ocurrido, ocurre y ocurrirá, somos los tejedores del destino del mundo y de sus habitantes. –Contestó Hastío.

-No ha respondido a mi pregunta.

-Sí, lo hice, mi respuesta a su tercera pregunta está implícita en mi contestación, pero veo que su mente mortal no es capaz de verla, así que le diré que Pandora está viva pero oculta en esta pirámide.

-¿Qué camino he de seguir? –Preguntó Dante impaciente.

-Tome este frasco, contiene un potente ácido que sabrá cómo usar llegado el momento. –Le entregó un frasco de cristal con un líquido azul en su interior que Dante guardo con cuidado en su zurrón.

-Muchas gracias. –pero el Hado ya no estaba y la sala tomó el aspecto de la anterior.

Dante avanzó por el único camino posible y tras horas andando por pasillos y salas abandonadas, llegó a una sala cuadrada en cuyo centro había un hombre fornido ataviado con una capa negra. El hombre se acercó a Dante y éste pudo ver que era otro Hado, en esta ocasión su piel era azul.

-Bienvenido Dante, mi nombre es Dolor, por fin ha llegado hasta Pandora –y de la nada hizo aparecer una jaula de metal con una mujer en su interior, era Pandora. Dante corrió hacia ella pero Dolor le detuvo- no tan deprisa, ha de superar una prueba para ganarse el derecho a recuperarla.

-¿Qué he de hacer? –preguntó con la desesperación propia de no poder alcanzar lo que deseas y tenerlo delante de uno mismo.

-Has de ganarme en un combate.

Dante aceptó el reto y Dolor le dio una espada para que se defendiera. Dolor se quitó la capa dejando al descubierto enorme figura. Dolor comenzó a lanzar golpes acorralando a Dante, el cual lanzó un veloz ataque que Dolor esquivó sin problemas. Dolor partió la espada de Dante de un solo golpe y cuando iba a rematarlo, Dante le lanzó el ácido directamente a los ojos, el Hado se deshizo en cuestión de segundos, sólo quedó la llave de la jaula sobre un montón de carne quemada. Cogió la llave y corrió a abrir la jaula. Despertó a Pandora con un beso, susurrándole cuánto la amaba. Pandora abrió los ojos y le miró pero su mirada estaba como… vacía, de pronto esbozó una macabra sonrisa y recorrió el cuello de Dante con los labios. De repente Dante sintió un agudo dolor en el cuello, Pandora había hundido sus colmillos en su yugular, la sangre corría por su pecho. Perdió el conocimiento. Se apagaron las antorchas. El silencio sólo fue roto por el sonido del masticar de la carne. Se oían risas de hiena y nada más.

Dante se había encontrado con su destino tal y como los Hados dijeron que sería.