Capítulo 4
22.09.2013 18:53
Había transcurrido una semana desde el golpe.
Herbert y Padre seguían ignorándose tanto como podían mientras se curaban las heridas físicas y psicológicas que habían dejado huella en todos los habitantes de la mansión.
Quedaban solo tres días para el cumpleaños del duque. Como todos los años, se celebraría un gran baile en su honor. Nobles de toda Inglaterra viajaban a Cambridge para festejar que cumplía un año más.
A pesar de su baja moral por aquel entonces, los pequeños tenían que dedicar todas sus horas a ensayar los bailes o las canciones que debían ser interpretadas en honor a ese progenitor que en realidad preferirían no tener.
-Herb, creo que deberías ponerte a ensayar tú también. Padre se pondrá furioso si no conoces todos los pasos.-
-Me da igual que se ponga furioso, Däe, no pienso moverme por ahí vestido como un idiota haciendo pasos ridículos.-
-No son ridículos.- Argumentó la pequeña Evelyn con algo de queja en su voz. –A mí me gustan, son bonitos.-
-Son ridículos, Ev.- contestó, terco, el mayor de los hermanos, aunque con esa dulzura que la voz de padre nunca había mostrado.
La pequeña puso los ojos en blanco, sabiendo que sería inútil discutir con él y siguió intentando repetir los pasos que la pelirroja trataba de enseñarle.
-Además, lo hacéis mal, Nancy se mueve de tal forma que incluso puede resultar ligeramente interesante.- Comentó Herbert tras unos minutos en los que la habitación se había sumido en un profundo silencio solo interrumpido por el débil sonido de las suelas de los zapatos al cambiar de paso.
Däenerys se detuvo entonces y colocó los brazos en jarra. Le miró con una sonrisa burlona en los labios bastante parecida a la que de igual forma mostraba él.
-Ya… Nancy… bueno, estoy segura de que eso es porque Nancy no tiene que ensayar sola.-
-No estás sola, estás con Evelyn.- Herbert señaló a la rubia con la cabeza, sin poder evitar estallar en carcajadas tras esto pues esta se encontraba mirando fascinada el nuevo peinado que le habían hecho en un espejo.
-Oh venga, ya sabes a lo que me refiero.- repuso la pelirroja. –Seguro que Nancy no baila con caballeros imaginarios mientras su hermano la mira sentado desde el suelo.-
-Nancy no tiene hermanos.-
-Su hermano imaginario, pues.- Contestó resuelta antes de volver a darle la espalda, mirándole solo a través del espejo, mientras ella sola repetía una y otra vez sus pasos.
Le costó encontrar una respuesta satisfactoria pero al fin, el pelirrojo contestó.
-Nah, no creo que Nancy esté tan loca como para tener un hermano imaginario.-
-Bueno, quién sabe, yo tengo uno de verdad y me sirve más o menos para lo mismo, quizá, al fin y al cabo, los imaginarios no sean nada malo.-
Era rápida y aguda, inteligente, demasiado en ocasiones, cosa que no siempre era beneficiosa. En realidad no pensaba aquello que decía, todo era cosa de picarse el uno al otro.
-¿De verdad crees eso, canija?- La voz del pelirrojo sonaba entre divertida y desafiante, a la vez que un poco incrédula. “Canija”, la llamaba, qué fácil era para ellos entonces creerse adultos cuando no eran más que niños. Qué maduros parecían, cuánto aprendieron después…
-Hombre, desde luego Nancy no baila sola. Los caballeros que danzan con ella no tienen miedo de aprender a mover los pies de una forma y aplicarlo luego al ritmo de un piano.- Tenía que morderse la lengua para no estallar en carcajadas, pues veía como la cara de su hermano iba cambiando a medida que sus palabras se iban formando. Entrecerrando los ojos y de forma pensativa valorando sus distintas opciones.
Finalmente se puso en pie, se sacudió las manos en los pantalones sin una pizca de decoro y se plantó frente a ella.
-¡Eh, Ev!- La llamó, sin girarse, manteniendo sus ojos grises en los azules de Däe. -¡Ven aquí, te necesitamos!-
-Ya voy, ya voy.- Aunque el tono pudiera sonar como si aquella idea no le gustase, en su voz se escondía la excitación de saber para qué la necesitaban los que entonces la parecían tan mayores y seguros hermanos.
Däenerys aguardaba, esperando el siguiente paso del siempre impredecible Herbert, con una ceja levantada y los brazos aún en jarra.
-Ev, ¿sabes tocar?- Herbert señaló con la cabeza al enorme piano de cola que descansaba majestuoso en una de las esquinas de la habitación.
-Aún no muy bien…- Contestó la rubia algo avergonzada. –Däe sabe, Däe toca muy bien.-
-Sí, lo sé, pero necesito a Däe para que me enseñe los pasos. Ya que voy a bailar, quiero algo de música.-
-¿Bailarás, Herbert?- Evelyn parecía tremendamente incrédula ante esta idea, miles de profesores de baile habían pasado por aquella sala intentando arrancar al rebelde pelirrojo un simple movimiento de pies que nunca llegaba.
-Tengo que hacer que se trague sus palabras, enana, ¿no ves que me ha retado? ¿a que tú crees en mi?-
-¡Claro que si Herb!-
Los tres rieron pues aquello se había tornado, de repente, en algo mucho más excitante y divertido que un simple ensayo.
-Bueno, yo no puedo tocar pero quizá si tarareo la melodía…- Con sus cortas piernas y su sonrisa arrebatadora trotó hasta sentarse en la alta banqueta del piano, donde, dejando sus pies colgando, comenzó a tararear con mucho entusiasmo y gran dedicación un bello vals que llevaba semanas estudiando en sus clases de música.
Los pelirrojos volvieron a fijar uno la vista en el otro, rieron, pero ambos buscaron ocultarlo, como si aquello fuera realmente un asunto muy grave y de gran importancia.
-Bien, tendrá usted que guiarme señorita, pero no se emocione, aprendo rápido.-
Ella no pudo más que sonreír y asentir con la cabeza, de acuerdo con esto, como si la última parte del comentario no tuviera importancia.
Hizo una leve reverencia ante él, y le indicó que él debía hacer lo mismo.
Tras recibir la suya, en su tesitura, un poco más burlona, le tomó la mano y la guió hasta su cintura. Después, tomó la otra y las mantuvo unidas, colocando la suya propia en el hombro de él, tomando ya la perfecta posición.
A la siguiente entrada de la voz de Evelyn comenzó a mover los pies, de forma perfecta, sincronizada con la música.
Intentaba guiarle como podía, tirando de él cuando debían girar y empujando sus pies cuando debía hacerlos retroceder.
Sus torpes pasos le arrancaban leves risas pero él ponía empeño.
A veces le salía muy bien, otras, parecía que aquel era el primer movimiento que hacía en su vida. Iba de un extremo a otro, pero, eso con Herbert tampoco era novedad, pues con Däenerys era más dulce que la miel pero en cuanto padre entraba en la sala, sus ojos se congelaban, mostrando solo hielo, odio, y un desprecio más cortante que cualquier espada.
Evelyn, a pesar de quedarse sin aire, tarareaba cada vez con más ímpetu, intentando colaborar marcaba mucho los tempos para que ellos pudieran distinguir cada paso, aunque no podía evitar las risitas que se escapaban de sus rosados labios cuando Herbert tropezaba o pisaba a su hermana, arrancándole muecas, risas o quejas, según la intensidad del pisotón.
Así transcurrieron algunas horas en las que Herbert progresó considerablemente, sin embargo, estaba claro, no serían suficientes.
-Oh venga, no lo dejes ahora si casi te sale perfecto.-
-Pero ¿tú sabes lo cansado que estoy?-
-¿No era fácil y estúpido?-
-Vale sí, está bien, pero, yo no he nacido para esto, está claro.-
-En el fondo muy en el fondo eres buen bailarín.-
Los tres estaban sentados en línea, en su perfecto orden cronológico, todos frente al espejo aunque en realidad no miraban demasiado su reflejo.
-Yo también lo creo Herb.- Dijo Evelyn finalmente, no te fue tan mal, solo pisaste a Däe más que al suelo.
Los tres rieron de nuevo.
-Anda calla enana, que no ha sido para tanto.-
-Y yo ahora me pregunto…- Intervino Däenerys por fin. -¿Pisará el hermano imaginario de Nancy tan fuerte como tú?-
Las chicas estallaron en musicales carcajadas, y también alguna escapó de los labios del niño que se lanzó a atacar a su hermana, revolviendo su pelo y haciéndole cosquillas provocando una divertida guerra entre los tres que se prolongó más allá del anochecer.