Adiós

27.07.2013 18:06

“Querido Carlos:

Nunca es fácil hablar de lo que nos duele. Y menos si es sobre quien más has querido en esta vida. Pero llega un momento en el que debes mirar más allá. En primer lugar, lo siento. Siento tener que hacer las cosas así, siento tener que decir “adiós” de una manera tan fría, y por encima de todo, siento mucho que no hayamos sabido conservar aquello que brillaba en nuestros ojos el primer día. Supongo que simplemente nos encontramos en un punto de inflexión, y no somos capaces de avanzar en ningún sentido. Hace mucho que nos conocemos, Carlos, y desde el primer día creí que tú eras con quién iba a pasar el resto de mi vida, ya sabes, esas cosas de las que habla todo el mundo. Creo que de alguna manera te aprovechaste, y fuiste listo; listo porqué supiste cómo jugar con eso. Supiste engañarme y manipularme para hacerme creer que me querías, que significaba algo en tu vida, que era más que una simple persona al otro lado de la cama. No he hecho nada más que perdonar cada uno de tus errores, porque eso es lo que hace la gente que se quiere, ¿verdad? Aunque claro, qué voy a preguntarte a ti sobre eso.

Hasta hoy, me daban igual tus días de mal humor, pues consideraba que todos pasamos por esa clase de días. No me importaba que llegaras tres horas más tarde a casa aun sabiendo que no era porque estabas trabajando, y podía aguantar todos los “bips” que emitía tu móvil cuando te llegaba un mensaje, aun estando segura de que no eran de nada bueno. Perdoné por primera vez una infidelidad y te creí cuando dijiste que no se repetiría. He tragado miles de lágrimas y dibujado miles de sonrisas en mi cara solo para no tener que oírte gritar. ¿Pero sabes qué? No voy a hacerlo más. Me voy. No puedo permitir perder cuatro años más de mi vida en esta pesadilla, sin ver una salida, creyendo que todo es culpa mía y que no he sido suficientemente buena para ti. Que no me he sabido comportar o que tenía que dar las gracias porque estuvieras conmigo. De verdad, Carlos, me duele mucho tener que escribir esto, pero ha llegado un momento en el que ya no es sano para ninguno de los dos. Para ti, porque no puedo dejar que tu ego crezca más y acabes dañando a otras personas; y para mí porque no voy a poder resistir entre estas cuatro paredes sin volverme loca. “¿Dónde vas a ir sin mí?”- te preguntarás. Donde siempre soñé, aunque dudo que sepas dónde se encuentra, puesto que tampoco has sabido escucharme nunca.

Recuerdo el primer año, cuando siempre que estaba triste tenía tu abrazo, tus palabras de consuelo, tu cariño... Esos tiempos en los que cada “te quiero” sonaba verdadero y en los que en tus ojos veía amor. Unos ojos que se han ido oscureciendo, a la vez que se ha ido oscureciendo tu interior.

Recuerdo cuando se cumplieron dos años de aquella tarde calurosa de Agosto en la que nos conocimos. Tuviste un detalle precioso conmigo en la playa, por la tarde... ¿Recuerdas lo que me dijiste? “Siempre estaré a tu lado”. Ilusa, me lo creí. Y ese fue mi mayor error, seguido de decir “sí” cuando me propusiste vivir juntos en cuanto encontraste un buen trabajo. Desde el momento en el que abrimos esa puerta, todo cambió. Tu carácter, tu actitud, tu forma de tratarme, todo. Ya no eras ese Carlos del que me enamoré. Eras una persona fría y manipuladora, absenta de sentimiento alguno y con un corazón de hielo. ¿Dónde quedaron tus abrazos, tus besos y tus palabras de cariño? Llevo casi dos años intentando que el Carlos que conocí vuelva, que regrese aquél chico que hacía sentirme querida. Créeme cuando te digo que hubiera sido mejor dejarlo antes de que esto llegara a extremos tan peligrosos.

 

Y hoy, decidí darte una sorpresa e ir a verte al trabajo. ¿Y cuál ha sido mi sorpresa al contemplar a la deslumbrante chica que unía sus labios con los tuyos en la puerta del trabajo? Imagino qué deben pensar tus compañeros de mí. Ella es más alta, más guapa y supongo que debe tratarte mejor que yo, pero te aseguro que nunca va a tener el valor de quererte igual. Así que no he dudado, y he hecho la maleta. No queda absolutamente nada de mí en esta casa, ni el más mínimo rastro. He cambiado mi número de teléfono y tengo mi propia cuenta en el banco. No vas a saber nada más de mí, me esfumaré de tu vida igual que se han esfumado todos nuestros momentos de tu mente. Te he querido como nadie y eso puedes tenerlo por seguro. Te deseo mucha suerte.

 

Irene.”