Capítulo 1
-¡Däe, despierta! ¡Despierta, ha nevado! - Los gritos de la pequeña Evelyn se colaban en sus oídos, eran agudos, como son los de todas las niñas de 5 años, entusiasmadas por esa capa blanca que aún no comprenden, pero que está fría, mojada y es terriblemente divertida.
-¿Qué? ¿Nevado? Oh, Evelyn, déjame dormir en paz. -Däenerys se revolvió un poco en su cama, tapando con la mullida almohada toda la luz del sol que comenzaba a entrar por la ventana. Notaba a su hermana pequeña saltando sobre el colchón, pero intentó ignorarla y rascar así unos minutos más de agradable sueño.
-Señorita Marie… -La voz de Ms. Winterford era dulce y calmada, como nunca había sido la de su madre. Evocaba a los arroyuelos, a los cantos de los pájaros, al sabor de los caramelos. Era así siempre, incluso cuando, como ahora, ponía especial énfasis en corregir "Däe", cambiándolo por su nombre real–. Es hora de levantarse.
Däenerys abrió un ojo, un ojo azul cual zafiro. Observó a la anciana y a la niña que la miraban ahora dando la espalda al enorme ventanal que permitía el paso del sol de la mañana, y de la visión de los árboles cubiertos de nieve. Tras unos segundos de miradas penetrantes, soltó un suspiro y apartó de su rostro el enorme almohadón. Se incorporó lentamente, intentando domar sus cabellos casi en vano, pues estos eran rebeldes, salvajes, más rojos que las llamas del más intenso fuego del infierno, más que la sangre.
-Está bien, está bien -levantaba los brazos en señal de rendición, apartando las mantas y poniendo los pies en el frío suelo de madera. Ms. Winterford se apresuró a acercarle aquella suave bata, que la protegería del frío invernal de camino al baño.
Se estaba frotando los ojos, y bostezaba tranquilamente cuando Evelyn se lanzó a sus brazos. Era una niña guapa, más rubia que el sol. Sus ojos, amarillos como ámbares, la hacían destacar, así como su arrebatadora sonrisa, la cual siempre mostraba por las cosas más tontas y banales.
-Oh, Däe, ¿te lo puedes creer? Padre dijo que no nevaría pero ¡mira! ¡Está todo blanco!
A pesar de que solo se llevaban dos años, Däenerys parecía considerablemente más mayor que su hermana. La pelirroja siempre había aparentado unos cuantos años más de los que tenía. Ms. Winterford decía que tenía ojos de mujer en el rostro de una niña, que sería arrebatadoramente bella y que esos cabellos tan rojos eran proverbio de buena suerte. Tenía un carácter responsable y protector, era quizá demasiado repipi en ocasiones pero tenía un gran orgullo que le impedía demostrar debilidades.
Miró a su institutriz, que musitaba y negaba con la cabeza mientras doblaba algunas ropas que habían quedado tiradas por el suelo. "Däe" era un nombre que solo usaban sus hermanos, el resto de la gente suspiraba con desaprobación al escucharlo, creyéndolo una enrome tontería. "Marie" era su nombre de pila pero lo odiaba tanto que había recurrido a la genial mente de su hermano, buscando con desesperación otro nombre que le fuera un poco mejor. "Däenerys" había sido el seleccionado por él pues decía que tenía un aura de poder que le iba muy bien, además de una semejanza con lo feérico que la hacía aún más fantástica y misteriosa. Herbert decía que con ese nombre y ese pelo, bien podría ser confundida con un hada.
<<Herbert...>> pensar en su hermano provocó un considerable aumento de sus ganas de salir al exterior, por el simple hecho de que así podría disfrutar del tiempo con él. Sin embargo, ni siquiera le dio tiempo a desearlo más, pues, esa voz que reconocería en cualquier parte del mundo llegó como llega la esperada lluvia en momentos de sequía, como llega la primavera con su vida tras un árido invierno lleno de muerte.
-Eh, enanas, ¿habéis mirado por la ventana? Está todo blanco.
Sus miradas se cruzaron y casi saltaron chispazos, él la ofreció esa encantadora sonrisa que con solo diez años ya le hacía parecer el más apuesto caballero. Su aspecto rebelde, con el traje que tanto odiaba mal abrochado, en clara señal de protesta, y esos cabellos tan rojos como los suyos destacando entre todas las cosas hacían que fuera imposible no mirarle.
-¡Sí, Herb, padre dijo que no nevaría, pero, míralo, míralo! -Evelyn se había apresurado a reunirse con su hermano que se apoyaba con gesto despreocupado en el marco de la puerta. Él sonrió ante tanta efusividad por parte de la menor de sus hermanas, y le sacó la lengua, soltando después una de esas maravillosas carcajadas.
Levantó la mirada de nuevo y se acercó a la que era confundida en muchas ocasiones con su melliza pues el parecido entre los pelirrojos era alucinante.
Ms. Winterford seguía negando y mascullando, era una buena mujer pero muy de modales y odiaba que los niños se dirigieran unos a otros con tanta despreocupación. La institutriz resopló aún más al llegar a sus oídos las siguientes palabras del pelirrojo.
-Miss Däenerys…- acompañó sus palabras con una teatral reverencia, mientras intentaba contener la risa, pues Herbert a pesar de su futuro como duque nunca había sido partidario de tan tontas costumbres.
Däenerys, siguiendo con su papel, inclinó ante él la cabeza, y le ofreció su mano para que él la besara. Parecía que iba hacerlo pues había acogido la delicada mano de su hermana con extremo cuidado. La levantó hacia sus labios y entonces tiró de ella, haciendo que a la pequeña pelirroja se le escapara un chillido del susto, acompañado por las risas de Evelyn que miraba encantada a sus hermanos y el casi infarto de Ms. Winterford que hasta el momento había estado procurando ignorar la escena. Sin embargo, el encantador niño lo había hecho para abrazar así el pequeño y delgado cuerpo de Däe, gesto sin duda correspondido por ella entre risas y al que la rubia se había apuntado, eso sí, a una altura bastante más baja.
-Niños, niños, ya está bien.- Ms. Winterford les separaba, provocando más risas de estos, que se resistían a soltarse y volvían a agarrarse unos a otros provocando la desesperación de su pobre niñera.
-El señor duque se enfadará como no bajéis a desayunar de inmediato y las señoritas aún deben asearse y vestirse. Vamos, vamos, niños, ni que llevarais siglos sin veros.
Poco a poco ellos fueron aceptando su derrota, más por compasión que por verdaderas ganas de bajar a tomar el desayuno. La pobre institutriz siempre se había portado bien con ellos, y, aunque una de las típicas diversiones de los hermanos era hacerla de rabiar, nunca la practicaban durante demasiado rato.
-Evelyn Keira Sanders, Ms. Worrington te está esperando para tu baño. Márchate, o la harás enfadar y no pondrá cuidado a la hora de desenredar tu cabello. -Aquella amenaza era más que suficiente para hacer que Evelyn prácticamente huyera decidida a tomar aquel dichoso baño, no sin antes detenerse en el umbral de la puerta a hacer la bien aprendida reverencia, para aprobación de Ms. Winterford, que asintió con la cabeza e incluso le regaló una tierna y leve sonrisa que fue correspondida por una mucho más grande por parte de la niña, que, segundos después, desapareció por el pasillo gritando algo así como "Ms. Worrington por favor, ¡tenga cuidado con mi cabello!”
-En cuanto a usted, señorito...- Ms. Winterford se giró hacia Herbert, que mantenía las manos enlazadas con las de Däenerys en un fraternal gesto- Debería dejar algo de intimidad a su hermana, luego podrán salir a disfrutar de la nieve. Mientras, practique con su violín, o ensaye el baile de la semana próxima o… -Sin más opciones en la cabeza, la mujer se limitó a hacer gestos con las manos, despachándole de la habitación.
La cara de Herbert mostraba disgusto ante tales proposiciones dejando bien claro que no pensaba dedicar su tiempo libre a actividades tan poco atractivas, aunque quizá estas le hubieran gustado si no hubieran sido obligatorias. Sin embargo, con tal de no hacer enfadar a la señora que más dulcemente se portaba con él, soltó las manos de Däenerys, depositó un beso en su pálida mejilla y se dirigió a la puerta, parándose como anteriormente había hecho Evelyn en el umbral.
Ms. Winterford levantó la ceja, pues aunque era lo correcto, Herbert nunca hacía las necesarias reverencias al abandonar una habitación. Däenerys, igualmente sorprendida observaba a su hermano, esperando el as que seguro se sacaría de la manga.
-Señoras…- Murmuró el chico, inclinándose sí, pero mucho más exageradamente que la última vez, dejando bien claro lo tonto que le parecía aquel hábito. Luego echó a correr, buscando eludir los reproches que saldrían seguro de la boca de la niñera, aunque fue acogido y apoyado por las carcajadas de su hermana.
-Este niño no va a cambiar nunca.- Ms. Winterford negaba con la cabeza, tan exageradamente que solo conseguía incrementar la risa de la pelirroja, que, aun así, luchaba por controlarse.
-Ay niña, qué haremos con tu hermano, qué haremos… y visto lo visto, también contigo, ¡no te rías! ¡No ha sido gracioso!-
Däenerys consiguió, más o menos, controlar su risa y dejar de cubrir su boca con la mano, aunque un nuevo brillo apareció en sus ojos al detectar un atisbo de sonrisa, apenas un leve levantamiento de comisuras, en los labios de la vieja Ms. Winterford.
-Al baño, al baño, señorita, o si no seré yo la que no tenga cuidado con su cabello.-
Juntas salieron de la estancia, juntas, en un gran silencio, controlado solo unos segundos pues pronto, ambas dos, tuvieron que soltar todas esas carcajadas tan poco correctas y tan necesarias.